lunes, 25 de marzo de 2013
Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966)
Ray Bradbury solía decir que en sus obras no pretendía hacer predicciones, sino avisos. En 1953 escribió la novela de ciencia ficción Fahrenheit 451, la cual transcurría en una futura sociedad totalitaria en la que está prohibida la literatura. Se trata esta de una sociedad fácilmente manipulable e idiotizada por ese monstruo que puede ser la televisión. Pues bien, en el 66 Truffaut realizó una adaptación a la gran pantalla que sin bien no era fiel al 100% a la novela sí que trasmitía a la perfección el mensaje de Bradbury.
Guy Montag (Oskar Wegner) es un bombero encargado de localizar y quemar libros. Tiene una vida fácil, un trabajo que le gusta y una bella esposa. Sin embargo su mundo da un giro de 180 grados cuando conoce a Clarisse (Julie Christie), una hermosa joven que le hace replantearse todo su mundo.
Esta película es una de esas que merece la pena verla varias veces sólo para fijarse en todos los detalles que contiene. Nada más empezar le película ya vemos que los títulos de crédito, en vez de aparecer en pantalla, son leídos por una voz en off, introduciéndonos así en un mundo en el que la palabra escrita está vetada. La violencia de la imagen (término que os sonará a muchos) sale perfectamente representada en la película, sobre todo en las escenas en las que aparece la mujer de Montag. En cuanto a esta, es destacable el hecho de que está interpretada también por Julie Christie, quien interpreta a dos personajes representando así las dos caras del individuo.
En cuanto a la banda sonora, se trata de Bernard Herrmann, lo que siempre es garantía de calidad y esta vez no iba a ser menos.
Esta reseña va a ser corta, así que en resumen: vedla, y varias veces. Esta llena de detalles y refleja muy bien la sociedad que creó Bradbury, y a pesar de algunas sesentadas la película aguanta bastante bien el paso del tiempo. Pero sobre todo es un film que te hace pensar, preguntarte a dónde nos dirigimos y si es esto lo que nos espera, pues no vamos muy desencaminados. Eso sí, el final es de los más bonitos y esperanzadores que he visto en el cine.
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