Acabo de caer en que hace un siglo que no escribo, por lo que mis miles de fans deben de estar tirándose de los pelos preguntándose qué demonios pasa. Por eso he decidido escribir una entrada rapidilla para aplacar vuestro ansia hasta que me curre una un poco más. Por eso y por que al Perico la han entrado ahora ínfulas de escritor y como siga así se adueña del blog.
Pero bueno, al turrón, que hoy os traigo todo un canto de amor al cine: la escena final de Cinema Paradiso. Salvatore (Jacques Perrin) llega al estudio después del entierro de Alfredo y le da al proyeccionista la lata que había dejado para él su mentor antes de morir. Es el propio Tornatore el encargado de colocar la película en el proyector, e inmediatamente vemos en pantalla una sucesión de besos extraídos de películas antiguas. Se trata de todas las escenas que Alfredo se veía obligado a censurar y que regaló a un Salvatore infante con la única condición de que él se las guardaría. Vemos esos besos de amor que sólo existían en las pelis de antes, vemos ese lugar tan maravilloso que es la sala de cine y vemos la cara de emoción de Salvatore. Y mientras vemos todo eso escuchamos la magia de Morricone, que yo no sé cuantas veces he mencionado a este hombre en le blog pero no son suficientes.
En fin, una escena de las que llegan al corazón y sacan más de una lagrimilla, especialmente a los amantes del séptimo arte.
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