Everybody comes to Rick's se trataba de un guión de teatro rechazado por Broadway y escrito por Murray Burnett y Joan Alison. Dicho guión acabó en las oficinas de la Warner hasta que el productor Hal B. Wallis se hizo con los derechos. Su primera decisión fue cambiarle el nombre, e intentando aprovecharse del éxito de Argel (John Cromwell, 1938) se decidió por una ciudad exótica. Y así empezó todo.

Los encargados originales del guión eran los hermanos Epstein, los cuales escribían por la noche lo que se rodaría al día siguiente. A mitad del rodaje estos se vieron obligados a dejar la producción y a escribir una serie de documentales propagandísticos para Frank Capra. Howard Kotch fue el encargado de sustituirlos y más tarde Casey Robinson (sin acreditar). Cada guionista le dio su toque personal, pero hacia el final el guión llegó a un punto muerto y fueron los Epstein a su vuelta quienes escribieron ese histórico final.

En cuanto al reparto, se trató de un casting muy internacional, Ya que tanto Bogart como Dooley Wilson (Sam) eran prácticamente los dos únicos actores americanos. El coronel Strasell, por ejemplo, fue interpretado por Conrad Veidt, un alemán que emigró a estados unidos huyendo precisamente del nazismo. Paul Henreid, que interpreta a Victor Laslo, era también un refugiado político de origen vienés. También tiene un pequeño papel como Ugarte el genial Peter Lorre, de origen Checoslovaco, que con apenas unos minutos nos presenta, gracias a su interpretación, un personaje lleno de matices. Como Ferrari tenemos al británico Sydney Greenstreet. Y me dejo para el final al también británico Claude Rains, que hace del capitán Renault uno de los personajes más interesantes de todo el film, un sinvergüenza descarado al que coges simpatía, con su gorra torcida y esas lineas de diálogo tan fantásticas. Aunque obviamente los dos protagonistas son los que de verdad pasaron a la historia por esta película: Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, quien por cierto creo nunca ha sido fotografiada tan guapa como aquí.
Obviamente no pretendo descubrir nada nuevo, pero mi idea es que el lector que haya llegado hasta aquí, si es que hay alguno, es que tome esto como una excusa (como podría ser cualquier otra) para volver a verla, que siempre es un gustazo. Porque, aunque los problemas de tres pequeños seres no cuenten nada en este loco mundo, siempre tendrán un hueco en el corazón de todo cinéfilo.
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